12.2.07

Discurso de despedida de Benjamín González

Estimados compañeros del Faro de Oriente.

La primera imagen que me viene a la cabeza cuando empiezo a escribir este texto es aquella noche del concierto del décimo aniversario del grupo Panteón Rococó, cuando en el llamado “after show” nos encontrábamos por lo menos 300 personas, todos miembros de esta comunidad, casi todos con caguama en mano, festejando un triunfo colectivo. Los que estábamos ahí, en aquella fiesta habíamos tomado parte en el concierto; unos encargados de la producción, otros de algún performance, bailando, tocando, pintando, muchos construyendo escenografías y ambientaciones, los más sumando voluntades en la seguridad y en la documentación del evento, en general todos teníamos algo que contar, gritar y festejar.

La calle había sido tomada por nuestro decir y miles nos habían escuchado, la imaginación de todos tomó el poder que dan las ideas y la iniciativa, y como nunca antes enviamos a la ciudad un mensaje lleno de fuerza: en el Faro de Oriente existe una comunidad artística y cultural que tiene instrumentos poderosos para manifestar su poética y significar su camino y su devenir.

Para llegar a aquella noche emblemática pasaron antes muchas cosas, discusiones apasionadas antecedieron nuestro intento por conformarnos como un cuerpo comunitario, la diversidad de opiniones se mostraba como nuestra principal virtud, pero también como una dificultad para construir nuestra propia identidad; al decir esto quiero subrayar que la comunidad del Faro de Oriente llegó a ser lo que es hoy a través de un proceso lento y silencioso, que en el camino hubo aciertos y errores pero que nadie dudó en caminar aquella ruta de integración, creatividad y participación.

El Faro ha sido para todos y particularmente para mí, un espacio formativo y aleccionador, lo hemos construido todos y no es propiedad de nadie. Su principal fortaleza es que hoy, su gente sabe que el Faro le pertenece, que puede tomar decisiones en él, que impera la libertad creativa y se combate la censura, que depende de la palabra de todos y que todos son importantes aquí.

Mi principal labor durante estos años ha sido la de velar por los intereses de nuestra comunidad artística y cultural; ha sido la de explicar una y otra vez que el Faro funciona y es exitoso por las formas en las que se organiza el trabajo, por sus contenidos programáticos y por su gente; que el Estado a través de su gobierno, tiene la responsabilidad histórica de financiar los servicios culturales y la educación artística en zonas periféricas, pero que este financiamiento no debe minar la autoorganización de la gente, ni su capacidad de ser independientes, autogestivos y críticos.

Durante estos años se han formado en nuestros talleres miles de jóvenes que tuvieron en el Faro su primer contacto con la belleza y el estremecimiento, que se dieron cuenta de que no había vida sin apreciar el dolor ajeno, sin reír, ni llorar, sin cuestionarse, ni afirmarse, que valía la pena contar otras historias, sus historias, las nuestras, las de todos, con otro tintero y mirando para puntos distintos y aleatorios, que no existe una sola verdad y que estamos hechos de pequeñas verdades.

Todo lo logrado en estos años, esta hoy a prueba. Defender el derecho a opinar sobre el futuro de nuestra institución es defender la esencia del Faro, y es perfectamente legítimo. La llegada de un nuevo director tiene que ser parte del proceso pedagógico, tiene que hacerse de cara a la comunidad y con candidatos que nos digan ¿qué piensan y qué proyecto tienen para el Faro?, que platiquen con nosotros ¿qué quieren cambiar y qué cosa respetarán? que nos inviten a soñar, pero que compartan nuestros sueños y anhelos.

Transparentar los procesos de sucesión en una institución participativa es un paso normal y lógico, todo aquel que aspire a tener el digno cargo de director de esta comunidad tiene que tener un compromiso claro con todos ustedes.

Quiero decirles que quienes hemos trabajado en este proyecto, invitados y convocados por un gobierno de izquierda en nuestra ciudad, nos hemos creído aquello que reza “todo el poder a los ciudadanos” y que él que manda, manda obedeciendo.

Mi padre dice que la vida es una carrera de relevos, que importa mucho lo que hagan los que corren primero, pero que importa mucho también quién toma la estafeta. Quiero encargarles a todos ustedes el Faro de Oriente, cuídenlo, transfórmenlo, reinvéntenlo y sean garantes de la libertad creativa que aquí existe; me voy satisfecho por el deber cumplido, construimos una poética urbana en medio de un solar abandonado, paradigma citadino, obra colectiva, sueño emancipador y libertario.

Para mis compañeros de trabajo solo tengo admiración y respeto, ellos saben que tuvieron de mi confianza y apoyo, que les pedí que corrieran riesgos, que tomaran iniciativas, que me cuestionaran si me equivocaba y que defendieran sus ideas con pasión y entrega; no me deben nada en lo personal, todo lo logrado es por meritos propios, están aquí porque son profesionales de su trabajo y parte de nuestra comunidad, a todos ellos gracias.

Ha sido un placer servir a esta comunidad.

Larga vida al Faro

PD 1. No se han librado de mí todavía, seguiré formando parte de esta comunidad, si me lo permiten, como usuario y promotor de sus actividades.

PD 2. No me puedo ir sin mencionar y espero me disculpen, algunos nombres de personas que quiero agradecer su amistad y apoyo en esta tarea que concluye. Argel Gómez, Eduardo Vázquez, Inti Muñoz, Ricardo Bautista, Sandra Ortega, Agustín Estrada, Guillermo Perucho, Nancy Luna, Martín González, Enrique Semo, Raquel Sosa, María Ángeles Comesaña, José Ángel Leyva, Alejandro Aura , Alberto Kalach, Patricia Díaz, Pepe Allar, Yesenia Flores, Christian Jardón, José Luis Galicia, Gisela Zenteno, Marichuy Torres, Joaquín Cruz, Mireya Hernández, Hugo Escobar, Carolina Rueda, María Teresa Pérez, Juan Pablo Gómez, Iria Gómez, Mónica Hernández Arrieta, Miguel Ángel Peña, Trilce Rascón, Mariano Andrade, Rafael Catana, María Rivera, Taniel Morales, Jesús Villaseca, Gerardo Pimentel, Hugo Pelaez, Maricarmen Mena, Cesar Hola, Don Vicente Cruz y su equipo, Joaquín Aguilar, Nadia García, a todos los talleristas, Braulio Rosales, Angélica, Silvia y Elvirita y por su puesto a mi esposa Sandra y a mi hijo Marcos.
Pido disculpas por aquellas personas que omití mencionar… no los quiero seguir aburriendo.

Larga vida al Faro.

Benjamín González Pérez
Promotor cultural.

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