6.10.07

Faro de Oriente: rumbos y voces

Diagnóstico sobre el sentido del Faro de Oriente,
basado en entrevistas cualitativas a su comunidad.

Testimonios para una construcción
del camino desde la práctica


Por Christian Santeri, Claudia Ríos y Mariano Andrade


I. Introducción

Escuchar a los tripulantes: se hace sentido al andar

El presente trabajo surgió ante la necesidad de construir un diagnóstico participativo de la comunidad del Faro de Oriente, acerca de lo que constituye este espacio en términos culturales, artísticos, vitales, económicos, sociales, políticos. Aunque parezca mentira, tratándose de un proyecto social del gobierno del DF y de todas las precauciones que la política correcta de estos tiempos indica acerca de la pertinencia de escuchar a la gente, ésta era la voz que faltaba en términos del sentido de este espacio cultural. Hablamos, claro, de sentido: del valor presente, vivencial, de uso, relación e intercambio que el Faro tiene para cientos de usuarios, talleristas y promotores, que habitándolo cotidianamente, lo constituyen; no del capital simbólico y la visibilidad que representa para los que, desde las oficinas, deciden puestos, presupuestos y doctrinas.
Se ha hablado mucho, de lo que el Faro representa en términos de los discursos académicos y periodísticos en boga. Se ha hablado sobre el Faro a partir de las esperanzas de sus fundadores, de las necesidades de justificación de agendas y políticas públicas, de las expectativas e intereses que intelectuales y funcionarios han fundado en esta “Fábrica de Artes y Oficios” enclavada en el corazón de las carencias y las luchas de la periferia de la Ciudad de México. Mientras tanto, a 8 años de su partida de ese puerto de buenas intenciones, la nave se ha poblado de una tripulación tan heterogénea como apasionada, que ha sostenido su rumbo y ha desarrollado su prolífico quehacer, muchas veces a pesar de las erráticas y por momento, indolentes administraciones, más preocupadas –como suele suceder- en réditos electorales, argumentos políticamente contundentes y eficacias estadísticas, que por el devenir concreto de las pequeñas historias cotidianas.
Era pues, necesario, retomar este sentido –bitácora y a la vez marca, hito, experiencia- de los hacedores: cientos de usuarios, talleristas y promotores culturales que habitan el Faro. Sentido que se hace al andar y en el propio cuerpo y por lo tanto, siempre problemático, urgente, atravesado de necesidades, entusiasmos, pasiones, éxitos y frustraciones. Sentido que, además, se constituye alrededor de una práctica más que de una teorización, planificación o dogma, acerca de lo que debieran ser las actividades de un centro cultural. Sin embargo, ahora podemos dar fe, el rumbo existe. El conjunto de habitantes de esta comunidad del Faro de Oriente, siente a esta casa como suya, tanto que algunos se refieren a ella como su verdadero o primer hogar. A muchos, literalmente, les ha cambiado la vida. A casi todos, les permite entrever que la existencia es algo más –más noble, deseable, cercano y amoroso- que la frenética carrera por la supervivencia en una sociedad donde imperan leyes que tienen la crueldad de la naturaleza, pero nada de su exhuberancia vital.
La proximidad con esas necesidades, encuentros y transformaciones, la práctica cotidiana con este quehacer colectivo, mediado por disciplinas estéticas y cierta vocación común de reunir lo artístico y lo social, ha hecho que los talleristas desarrollen, muchas veces intuitivamente, una pedagogía de la relación y el aprendizaje significativo. La desconfianza respecto de los parámetros académicos y escolares, han hecho del placer, el respeto y el compromiso con el trabajo y el grupo, la única ley inmutable. Una ley que, además, jóvenes y descastados de cualquier latitud saben respetar mejor que cualquier imposición externa.
Por último, la libertad y amplitud de criterios de los directivos, han hecho que su intervención sea la mínima necesaria para mantener unida esa comunidad en un ambiente de tolerancia, respeto y en el último año, de creciente participación en la elaboración de una serie de pautas de convivencia y autogestión que fraguaron en un documento que, por desgracia, se cubre de polvo en los archivos de la Secretaría de Cultura: las Normas Democráticas del Faro de Oriente.
En el año 2007, los cambios de directivos, las fintas de intervención de la nueva camada de funcionarios en el último año, las incertidumbres y temores que también aparecen reflejados en el diagnóstico y la urgencia de las nuevas autoridades por argumentar y justificar estas actitudes en el marco de nuevos programas, sembraron el desconcierto y la intranquilidad. Más allá de simpatías o rechazos, la preocupación es que no se respete este proceso interno de auto-construcción, para reemplazarlo por más o menos justificados argumentos que pretenderían, a su vez, justificar las políticas del sexenio. Triste historia que el país ha sufrido en todos los ámbitos, bajo las mejores o peores intenciones de funcionarios que se sienten patrióticamente obligados a dejar su huella en la historia, ignorando las íntimas dinámicas de sus gobernados.
No queremos ser románticos ni ingenuos, el Faro es una dependencia perteneciente a la Secretaría de Cultura y como tal es de esperar la injerencia de esta institución. Sin embargo, también es un espacio de inusual ejercicio de la libertad creadora, que ha abierto los ojos a miles de ciudadanos acerca de los bienes de algo que, como la cultura, subyace a lo social y lo político para arraigar en el alma de los pueblos. Por lo demás, como en cualquier comunidad, las tensiones y los conflictos existen, pero podemos afirmar y este primer diagnóstico nos parece una prueba de ello, que los acuerdos y la voluntad de autodesarrollar este espacio, constituyen un común denominador que permite formular dos preguntas cruciales: ¿no debe una comunidad cultural procurar su autogestión y autodesarrollo? y ¿no debiera un gobierno comprometido con la autoorganización de la sociedad civil, brindar los medios para que esto suceda, primordialmente en el campo de la cultura y sobre todo, cuando el campo de encuentros, prácticas y relaciones se muestra favorable?
Los testimonios que mostramos en la siguiente batería de cuestionarios, sin duda incompletos, pretenden ser un primer paso en el camino de la autogestión. Un camino que señala algunas convergencias, cuestionamientos, actitudes, problemas comunes a los habitantes del Faro, en un proceso de construcción que lleva ya ocho años. Su valor no es estadístico, ni reclama una objetividad o totalidad imposible de lograr con los medios utilizados: una serie de pláticas con personas escogidas en función de su accesibilidad, pero que intentan cubrir en su variedad, un abanico de posiciones diversas, tanto de alumnos como de promotores y talleristas.
El valor de estos testimonios radica pues en dos aspectos: primero, en su capacidad de expresar ciertas coincidencias, que permitan hacer conciencia de que existe una identidad, un proceso y ciertas búsquedas comunes en la comunidad del Faro y segundo, que interpelen a la comunidad para incentivar una búsqueda de argumentos que fundamenten una acción cada vez más colectiva y orgánica a favor de la autogestión. Es por ello que el documento culmina con una propuesta de seguimiento, que, desde la reflexión y el reconocimiento propio, intenta profundizar y brindar continuidad a esta construcción interna que comienza por reconocer una práctica, un proceso y un conjunto de sentidos, reflexiones y quehaceres que, más allá de los discursos, más acá de las esperanzas y antes que cualquier plan, constituyen, hoy por hoy, tanto el presente como una potencialidad de futuro en el Faro de Oriente.

II. El método
Reflejando la luz del Faro

El objetivo original de este trabajo fue construir un diagnóstico participa-tivo de las prácticas y relaciones que hacen del Faro un modelo especial. El método utilizado surgió a partir del diálogo de los participantes y el análisis de diversas problemáticas planteadas en el ámbito de la cultura, la pedagogía y el arte, en sus relaciones con lo político, lo social y lo económico . Esto nos llevó a construir un proceso de acercamiento a la realidad del Faro, basado tanto en posturas teóricas, como en su confrontación con la experiencia que cada uno de nosotros teníamos como talleristas, usuarios e interlocutores de la comunidad. Todo este bagaje de vivencias, discutidas y reflexionadas en grupo, nos llevó a plantear un esquema de trabajo que se materializó en diversos momentos, que enumeramos y argumentamos a continuación:

1. Identificación de ejes temáticos a partir de los cuales es posible recuperar y comprender la práctica cotidiana en el Faro. La experiencia previa, hizo que se consideraran cuatro grandes campos de investigación: la pedagogía de los talleres, el arte y su relación con lo social, político, cultural, económico e histórico, el significado y apropiación del Faro por parte de sus usuarios y la organización interna.
2. Confección de los instrumentos de trabajo: elegimos realizar cuestionarios, abiertos y seguir una metodología cualitativa en función de: a) la importancia de recuperar datos, matices, discursos, opiniones, sugerencias en relación con la experiencia de cada uno, y b) las entrevistas cualitativas permiten conocer no sólo los datos presentes, sino las expectativas, ilusiones y esperanzas, lo que nos permite aproximarnos a una visión potencial del Faro.
3. Aplicación de entrevistas: se privilegió un esquema de preguntas abiertas con el fin de dar cabida a la subjetividad del entrevistado(a) y no limitarlo a parámetros previos. La población entrevistada fue escogida por representar diversas actividades, áreas, intereses, edades y clases sociales, dentro de los usuarios del Faro.
4. Readaptación de líneas de trabajo a las nuevas pautas surgidas en el encuentro con el otro: a partir de las entrevistas, se pusieron de manifiesto nuevos ejes temáticos, que nos permitieron una mejor comprensión de las problemáticas existentes. Se incluyeron así: los ejes de propuestas, que permitieron enlistar una serie de acciones concretas sugeridas por los miembros; los productos, que brindaron la oportunidad de señalar la heterogeneidad, muchas veces ignorada, de actividades, expectativas y logros de cada taller. También nos dimos cuenta de que había ciertos fenómenos, que aunque estaban enmarcados en el ambiente lúdico y la actividad estética de los talleres, no necesariamente tenían una relación directa con la actividad artística. Por ejemplo, la asombrosa capacidad de los talleres para hacer que convivan generaciones distintas en un mismo ambiente. Esto justificó la separación de los ejes relacionados con: lo político, lo social y lo económico, que recogen preocupaciones y motivos de reflexión que parten de la convivencia en el Faro y se vinculan con su peculiar modo de desarrollar relaciones y prácticas en los talleres.
5. Resumen de opiniones por cada grupo de actores: que permite una visualización más rápida de coincidencias, complementariedades y sugerencias.
6. Conclusiones preliminares: donde además de integrar los discursos de diversos actores, se incluye también una interpretación de los autores, basada en la experiencia de las entrevistas y también en la historia personal de sus actividades en el Faro.
7. Sugerencias para la continuidad del proyecto de construcción participativa: necesarias en función de lo limitado de este diagnóstico pero también, en la idea, sugerida ya en la introducción, de que el mismo no es más que un primer paso en el sentido de la discusión participativa de ciertas problemáticas, captadas en este diagnóstico. Discusiones que a la vez, tienen como horizonte, la conformación de una suerte de congreso constituyente, destinado a dotar al Faro de un cuerpo de doctrinas, acuerdos, discusiones y reflexiones que apoyen, tanto su devenir como centro cultural, como su reaplicación como modelo.

III. Objetivos
Brújula, puertos y destinos

Ya dijimos desde el principio que este trabajo se concibe como un primer paso hacia un horizonte de construcción participativa. El diagnóstico muestra los síntomas de una autoconciencia en relación con la identidad del Faro. Los ocho años de navegación permiten a sus tripulantes trazar una bitácora de rumbos y horizontes compartidos y este proceso merece ser escuchado por aquellos que desde las instituciones poseen la responsabilidad de desarrollarlo, fomentarlo, fortalecerlo.
En términos netos, el objetivo de este trabajo es realizar un diagnóstico participativo de los significados, las potencialidades y las relaciones y prácticas que se desarrollan en los talleres y la convivencia cotidiana en el Faro.
¿Cómo se debería organizar el Faro en relación con su comunidad?, ¿qué tipo de relación debería ésta tener con las autoridades?, ¿cómo aprovechar la experiencia pedagógica de los talleres?, ¿qué, de lo que existe actualmente en el Faro es susceptible de convertirse en modelo a ser aplicado en otros Centros Culturales con esas características?, ¿ qué en el Faro, aún falla o es susceptible de ser transformado, siguiendo el mismo proceso de desarrollo que le impone su dinámica interna?, ¿qué aprendizajes pueden extraerse de la actividad estética y artística del centro y qué relación tienen éstos con sus otros logros como espacio social de convivencia?. Estas son algunas de las preguntas que abordamos y contribuimos a plantear. Este trabajo sólo alcanzará su meta última si estos problemas desatan una discusión y reflexión hacia el interior del Faro, que permitan trazar nuevos rumbos y desarrollar los existentes.
Estamos conscientes de que el Faro es en gran medida, como lo advierten algunos de los entrevistados, una especie de laboratorio estético, social y cultural, por lo tanto, no podemos dar a todas estas preguntas respuestas definitivas, más bien, les incumbe a sus mismos protagonistas el seguir profundizándolas.
El objetivo último de este primer paso es entonces, generar otros movimientos en el mismo proceso de construcción. El horizonte es imposible de prever. Algunos entrevistados llegan a afirmar que el Faro, a través de su actividad estética, lúdica, creativa, expresiva, constituye en sí una obra de arte que apunta a convertirse, como lo menciona alguno de los entrevistados, en “una especie de maqueta de lo que es la sociedad, pero mejorada, recargada”.
Antes de soslayar estas afirmaciones como ingenuas o románticas, valdría la pena darles su oportunidad, en el conjunto de expresiones, tendencias y voluntades que cotidianamente construyen este espacio, para alcanzar su madurez y desde allí, proyectar su luz y su significado.

IV. Cuadro resumen
Las Voces del Faro: armonías y contrapuntos

En el anexo 1 se presenta una síntesis de los testimonios que juzgamos más representativos, según los ejes temáticos planteados a tres diferentes tipos de actores: talleristas, promotores y usuarios (alumnos) del Faro de Oriente. Se muestran también, algunas de las frases que dan vida y forma al momento histórico por el que transita el Faro.

V. Conclusiones preliminares
Atando cabos

Presentamos aquí algunas conclusiones preliminares basadas en la relación de los diversos testimonios entre si y con la experiencia cotidiana de los talleres del Faro. Intentamos remitirnos siempre a las palabras, motivos y propuestas de los entrevistados. Los ejes temáticos siguen siendo nuestro hilo conductor y las reflexiones que siguen surgen de la complementación, el contraste y en ciertos casos la interpretación de lo dicho, fundamentados en el conocimiento adquirido como usuarios y talleristas del Faro.
A continuación ubicamos con un título general los temas que se presentan y a través de subtítulos referimos una pluralidad de ideas y discusiones que surgen de los testimonios.

V.1 Significado del Faro

El Faro como primera/segunda casa
Muchos usuarios y trabajadores del Faro se refieren al mismo como su “segunda casa”, no sólo en relación con el tiempo que pasan en el centro cultural, sino también como lugar de desarrollo interior, intelectual y físico. Lo comunitario, colectivo, de la forma de trabajo en talleres, también nos acerca a connotaciones en donde se presenta el espacio como una suerte de hogar familiar, centrado en la convivencia, en la solidaridad, en el compartir experiencias y en el encuentro con personas diversas, diferentes, una cercanía poco común en una ciudad tan grande y por momentos impersonal como lo es el Distrito Federal.

El Faro como espacio adictivo
Las referencias a un espacio “adictivo” también tienen que ver con el hecho, tal vez contradictorio, de encontrar en el Faro ciertas rupturas de lo cotidiano, entendido como el deambular habitual en la ciudad y la exposición a exclusiones, limitaciones, órdenes y pautas externas que suelen ser la experiencia cotidiana de los sectores marginados o desfavorecidos, particularmente de los jóvenes en nuestro medio. Lo adictivo, en los discursos relacionados con este espacio, se vincula con encontrar allí un ambiente distinto, donde lo creativo, lo expresivo es acogido, desarrollado y hasta requerido, por sus pares, por sus maestros, por la índole del ambiente en que se desenvuelven. Una vez encontradas estas alternativas, parece como si no se pudiera prescindir de ellas, en lo cual puede vislumbrarse un síntoma de apertura de la personalidad a una potencialidad que la formación escolar ignora y restringe a las pautas de la domesticación apta para la reproducción de las prácticas dominantes.

El Faro como espacio de liberación/escape
También se percibe una posibilidad de liberarse de las frustraciones, pues el ambiente propicia creer en los sueños propios y de los demás, a través de discusiones y tareas colectivas: “aquí en Faro sabemos que todos tenemos qué decir, podemos expresarnos, podemos hacer”. De ahí resulta que las personas se descubran como sujetos que también pueden o tienen con qué responder a un momento histórico. Este poder, percibido como poder hacer social, también es valorado como beneficio que obtiene quien se acerca al Faro. En este aspecto cabe mencionar el papel que juegan lo lúdico y el placer. “Venir al Faro es como un escape en mi vida diaria, una diversión. Aquí vengo a escaparme de esa realidad amarga. Sí pues, lo tomo como un juego y aquí estoy siempre“ señala Ameyali, de 13 años de edad, usuaria del Faro desde su apertura, hace 8 años.

El Faro como modelo social, utopía y forma de vida
Usuarios y talleristas se refieren al Faro como un modelo social utópico pero real, “donde es posible convivir en armonía con la autoridad, llevarte bien con los polis, también es posible debatir con compañeros y administrativos, expresando lo que uno piensa y llegar a acuerdos”. Se destaca también que pueden convivir generaciones diferentes en un proceso común de aprendizaje y trabajo. Lo mismo en relación con las diferencias sociales y económicas que parecen disolverse en la convivencia conjunta, solidaria, cotidiana. Hay casos de trabajadores que se refieren incluso a su lugar de trabajo como un experimento/experiencia “libre y responsable”, en contacto directo con sus semejantes, a través del cual se propicia un beneficio en varios aspectos: personales, laborales, profesionales, técnicos y de aprendizajes diversos. Hay quienes también resaltan la posibilidad de que este esquema o experimento se extienda a una escala más amplia, hacia el resto del tejido social.
También se refieren al Faro como una suerte de respiradero cultural para el oriente de la ciudad (así como también se necesitan respiraderos ecológicos) o como un espacio vivificante donde se cultivan la creatividad, la amistad y los grupos de trabajo.

El Faro como espacio institucional
Ciertos discursos más “institucionales” se refieren al Faro como un espacio para acercar a la gente al arte y la cultura. También como un lugar donde la gente descubre su lado creativo, sus posibilidades de expresión y de ser voceros de su tiempo, su generación, su ciudad, asimismo se menciona que como espacio de la cultura debe ser tolerante, sin una visión oficial, donde no haya línea hacia qué tipo de arte o cultura debe fomentarse.

V.2 Actividad pedagógica

Definiciones
El modelo pedagógico que se aplica en Faro ha sido causa de no pocas controversias. En general se está de acuerdo en que se trata de un modelo no formal que opera desde el hacer cotidiano. Sin embargo, intuitivamente o como resultado de su experiencia, sus reflexiones y en general de la práctica, la convivencia y el diálogo en un ambiente tan peculiar como el del Faro, los talleristas demuestran ciertos acuerdos que podemos resumir aquí como un método, lúdico, experimental, creativo, atento al sujeto íntegro y a su proceso de aprendizaje, basado en el gozo del trabajo y en la experiencia colectiva, que tiene en la convivencia entre personas distintas, uno de sus aprendizajes más significativos. Lo que hay en el fondo de estas consideraciones, es una certeza de que en los talleres impartidos en el Faro, el arte es sólo un aspecto de un trabajo con la dimensión estética que abarca todos los ámbitos de la vida, con efectos transformadores que pueden ser catalogados como personales, sociales y culturales.
Esta definición, con todo, no agota la pluralidad de efectos y propuestas pedagógicas del Faro, algunas de las cuales intentamos exponer a continuación, a partir de la forma que tienen sus integrantes de referirse a ellas.

El reto de responder a las características de cada grupo
En general se coincide en que el método se debe ir formando de acuerdo a las características propias de los grupos, tomando en cuenta las posibilidades de cada sujeto para expresarse, su proceso de aprendizaje, sus intereses, su contexto cultural y social. Esto hace que los talleres deban manejarse con criterios muy flexibles, pragmáticos y en permanente búsqueda de alternativas que respondan a la situación de sus públicos. El carácter experimental, creativo de esta propuesta basada en establecer relaciones personales, también tiene el valor de reconocer a cada uno de los integrantes de un grupo, como sujetos concretos, con su propia forma de actuar, ver y recrear el mundo.

Carácter lúdico y creativo de las clases
Podríamos decir que casi la totalidad de los talleristas insisten en que la clave de sus clases es enseñar a través del juego, la experimentación y la práctica creativa e imaginativa. Se habla de entusiasmar, seducir, motivar. Además de facilitar el abordaje de los temas que tienen que ver con cada disciplina, el juego favorece la relación grupal y permite un reconocimiento de sí mismo y del otro, de forma más afectiva, amistosa, solidaria y más eficiente que el control y el orden impuestos. Al no existir en el Faro otros condicionantes de la asistencia que el mero placer, se refuerza esta libertad que constituye uno de los puntos más sobresalientes de la propuesta pedagógica.

Compromiso integral de los participantes
Podría parecer una contradicción respecto del punto anterior, pero lo cierto, es que talleristas y usuarios se refieren a la disciplina como una virtud que deben mantener las clases. Sin embargo, la acepción de este término se refiere más que a una norma exterior, a una actitud asumida por los propios estudiantes, de respeto y compromiso con el grupo y con su propio trabajo. Se menciona así la exigencia de dar lo mejor de sí mismos, algo que no tiene que ver con competencias para acceder a calificaciones o títulos, sino a la entrega por la que cada quien se desarrolla, exige y supera de acuerdo con sus intereses y capacidades. Es común en este sentido, escuchar referencias a que el Faro es un espacio de transformación personal. En el Faro se considera que “el arte te permite tener una perspectiva distinta del disfrute de la vida, de la conciencia y de la conservación de tradiciones. Da una mejor calidad como persona, te permite ser un loco sano“. Ese compromiso que asume la forma de una lealtad, con el grupo en primera instancia, es posible leerlo como una forma de solidaridad y reconocimiento de lo comunitario y lo social, asunto que frecuentemente es retomado como reflexión por los talleristas.

Revaloración del arte como parte de nuestra vida cotidiana
El carácter lúdico y creativo de las clases, no sólo es una forma de exponer conocimientos, sino que se trata también de un contenido. En el Faro, el arte no se considera una actividad aislada o fuera de lo común. Muchos talleristas y usuarios insisten en ver la cotidianeidad a través del lente de sus disciplinas artísticas. Se dice así, por ejemplo, que “la vida es un escenario”. Esto también implica una visión del mundo en la cual somos protagonistas de nuestra propia existencia y que ésta es susceptible de transformarse también en relaciones, gozo y aprendizaje, tal como la práctica en talleres o la creación artística. El arte brinda entonces, elementos que permiten decodificar la experiencia en una clave estética, “ permite ser más lúdico, ocurrente, ágil en la manera de ver las cosas“. Esta dimensión estética de la vida cotidiana, forma parte del ambiente en el cual se desenvuelven los talleres y la vida en el Faro y tiene connotaciones tanto estéticas, como políticas y sociales.

El arte como relación con la vida
Como una contrapartida o complementación de lo anterior, tenemos un discurso que ve al arte como un contenido antes que como una técnica. Se dice, por ejemplo: “primero procuramos que el estudiante desarrolle una abundante ecología mental, para después trabajar en su formación técnica y consolidación como artista”. Se trata pues, de partir de la propia experiencia de cada sujeto, de las reflexiones personales y del grupo con el fin de que la expresión salga de experiencias y vivencias reales que, a través de la recreación artística, se convierten en obras.

Trato igualitario y valoración de diferencias
La apuesta pedagógica de los talleres valora la originalidad pero sin entrar en la lógica de la competencia: cada uno es una persona distinta y una oportunidad de expresión única.

Valoración del camino del autodidacta
En el Faro la mayoría de los talleristas son, en gran parte autodidactas. No necesariamente porque no hayan tenido una formación escolar en determinado momento de sus carreras, sino porque, gran parte de su experiencia artística ha sido construida fuera y a veces contra, los ámbitos formales y académicos. Esto constituye también una cierta visión pedagógica, de procesos y objetivos. Se señala, por ejemplo, que se tiende a provocar, 1º. Descubrimientos (“abundante ecología mental”), 2º. Formación y consolidación y 3º. Ordenamiento para transmisión de conocimientos. Al respecto cabe señalar que, ya son numerosos los casos de estudiantes que se convierten en maestros del Faro, dentro de sus respectivas disciplinas de estudio. Se señala también que, por encima de la técnica, las metas del Faro son el autodescubrimiento de habilidades y talentos.

Efecto liberador
Es recurrente la mención del aspecto liberador que tienen los talleres del Faro. Se mencionan la ausencia de represión y de prejuicios jerárquicos. También su carácter de alternativa “a la pandilla delincuencial o a la familia disfuncional”. El reconocimiento del valor de la expresión personal, colectiva o comunitaria, también posee un efecto de dignificación del sujeto resaltado por talleristas y usuarios. La relación de las actividades estéticas con el propio cuerpo, la emocionalidad y aspectos muchas veces negados o rechazados del sujeto íntegro, al que se considera en su totalidad, no, como lamentablemente suele ocurrir fuera, según su función social circunstancial (como mano de obra, consumidor, elector, etc), constituye un potencial explotado pedagógicamente y que lleva a traspasar roles establecidos o estados de ánimo negativos, producto de frustraciones socialmente adquiridas.

El cuerpo y el hacer como punto de partida de la reflexión
En el Faro se reflexiona acerca de lo social, lo político, lo económico, lo estético, pero el punto de partida, no es necesariamente la opinión o la teoría, sino la experiencia. Se trata de aprender sobre el hacer del sujeto concreto incluyéndolo como ser social corpóreo, histórico y atendiendo su momento presente como generador de reflexión.
La experiencia estética constituye así un eficaz detonador de reflexiones profundas en un método que tiene algo de lo que Freire denominaba “palabras generadoras”, pero en un sentido más amplio, utilizando también lenguajes no verbales, como en la danza, el teatro, la capoeira, la pintura, etc.

Trabajo colectivo
El grupo es, en el Faro, la referencia decisiva. Diversos testimonios mencionan la necesidad de ambientes de trabajo que, en atmósferas colectivas, favorezcan la intensidad de la emoción contra referentes tradicionales como calificaciones o certificados de asistencia. También es considerado vital el fomento del compañerismo y la solidaridad en lugar de la competencia entendida como valor de atropellar al otro.
A través de actividades estéticas, de un contacto cotidiano y sin mediaciones con el otro, se consigue en el Faro, lo que algunos teóricos marxistas denominan “el restablecimiento del hacer social”, condición fundamental de todo proceso de “desalienación”. La fórmula es muy compleja, se trata de revertir el proceso perverso por el cual el capitalismo nos torna mercancías y enajena el trabajo de su mismo hacedor, volviendo “relaciones de objetos” a las relaciones humanas.
Su desconstrucción, en el Faro, es sin embargo, relativamente sencilla. Se trata de, a través de una pedagogía constructivista y mediada por la dimensión estética, lúdica, corporal y sensorial, de ir restableciendo lazos entre los seres humanos, más allá de prejuicios de género, clase social, religión, etc.
El resultado es lo que podemos palpar en los testimonios. La liberación de un potencial creativo inédito, íntimamente vinculado al trabajo colectivo, a la ausencia de parámetros externos y al gozo como fin último de la expresión.

V.3 Valores e ideas políticas que surgen de la actividad en el Faro de Oriente

Igualdad y valoración del semejante
En general se asume que la actividad cultural tiene poco que ver con la política. Esta visión externa es sin embargo ingenua. ¿Cómo podría ser ajeno a la política algo que tiene que ver con la expresión, con el sentido, con las relaciones, con las prácticas que constituyen nuestra forma de vida? Sin entrar en definiciones ideológicas y mucho menos en disputas partidarias, en el Faro, talleristas y usuarios manifiestan ciertas coincidencias respecto de valores políticos claves. Acuerdos que, además, se ponen en práctica cotidianamente en la convivencia. Por ejemplo, la afirmación de que “estamos por la igualdad de género como de clases, por asumir más valores humanos que eleven la dignidad de la comunidad, es decir provocar conciencia de lo que ocurre o nos ocurre y que todo eso lo podemos transformar”, más que una esperanza, resulta expresión de una práctica concreta, materializada todos los días en el trato en los talleres, donde, por su condición de servicio gratuito, su situación geográfica, su visibilidad entre grupos jóvenes, se promueve el acceso irrestricto y la integración de elementos a veces muy dispares –en cuestión de género, creencias, tradiciones, preferencias sexuales, edades, condición económica, sociocultural, etcétera- en tareas comunes, sin ningún tipo de censura, interrogatorio o evaluación.

Dignidad creativa e integridad del sujeto
En este caso se confirma entonces que la práctica hace al sujeto, y los sujetos que surgen de la interacción en el Faro, ponen de manifiesto una ética social íntegra, solidaria, consciente y respetuosa.
Esto encontramos también en el trasfondo del discurso, muchas veces repetido, que ve en la cultura y el arte una forma de lucha contra la discriminación, la homogeinización de la industria cultural, a la globalización mercantilizada y a favor de una resistencia que se ejerce desde la libertad creadora y de la oposición del trabajo colectivo, tolerante y en relación, como contrapartida con la lógica de la mercancía, el individualismo y la clasificación, exclusión y marginación.
Por eso a la pregunta ¿cómo puede el gozo servir como resistencia a un orden establecido? La comunidad del Faro responde que, en tanto el gozo constituye una expresión del sujeto íntegro, éste es en sí una manifestación de resistencia contra la opresión. Manifestación que, desde luego, es abierta, como reflexión autoconsciente, apropiada y desarrollada en su potencialidad, según las dinámicas de cada taller.
Es cierto que el discurso rebelde es un común denominador de la juventud. La diferencia es que en el Faro, este discurso se materializa en obras, diálogos, reflexiones, que en su índole comunicativa y expresiva, apelan al resto de la sociedad y se inscriben en ella como alternativa.

La autonomía
Quizás como parte de la autoconciencia que los hace manifestarse orgullosamente como un ejemplo de “esquema social, mejorado y recargado”, también es normal que los usuarios de el Faro, reclamen una mayor participación en las decisiones del centro cultural.
Esta vocación para la autonomía, naturalmente derivada de la autoconciencia de sus propias dinámicas, relaciones, procesos y singularidades, fue la que en el año 2006, impulsó, tras una serie de asambleas, un documento de “normas democráticas” considerado como el primer paso en función de una autorregulación comunitaria del Faro.
Fundamentándose en estos hechos, ciertos miembros llegan a exigir una administración que evite normas oficiales para juzgar la cultura, como la otra cara de la moneda de un compromiso hacia las minorías y las clases desfavorecidas. Se considera así que una minoría no puede estar representada más que por sí misma o, en todo caso, por su participación directa en la construcción del espacio que habita, donde desarrolla sus prácticas y relaciones.

Arte y política
Es muy común que en los talleres, a la par de las disciplinas artísticas y enfatizando su carácter colectivo, de convivencia y solidaridad, se hable de valores humanos y de la capacidad del arte como resistencia y herramienta de lucha. Se dice que el arte, es además de expresión, o precisamente por ello, un “espacio de resistencia, dignificado por las actividades que se imparten allí.”
En este sentido, podríamos invocar las reflexiones en torno al goce como práctica de resistencia, en un sentido similar al que, por ejemplo Herbert Marcuse, dio a su concepto de “dimensión estética”. Sería justo, sin embargo, hacer dos distinciones: la dimensión estética, en este marco debe entenderse como parte de la vida cotidiana de los usuarios del Faro, y más que relacionarse con la obra o expresión de un creador, atiende a los procesos colectivos, ya mencionados, que se desarrollan en los talleres y también, en aquellas pautas, relaciones y prácticas que, aprendidas en los talleres, se manifiestan también en otros ámbitos, en la familia, en el trabajo, en el arte de ver la vida de otra manera y de no dejarse atrapar por las trampas que, también cotidianamente, nos conducen a la frustración y la negación como seres humanos libres y creativos.


V.4 Propuestas de organización interna

Autogestión y participación
Teniendo en cuenta lo anterior, tenemos que la participación política es sólo un ámbito en el que se expresa un deseo de participación integral, que abarca otros campos, por ejemplo, el de trabajo comunitario. Tenemos así una referencia recurrente que los usuarios hacen de su disponibilidad para diversas tareas que tienen que ver, por ejemplo, con el mantenimiento del edificio del Faro. Consideran también que esa “sería una forma de relacionarse, conocerse y reconocerse entre usuarios y talleristas”. Se invocan también experiencias pasadas, en ese sentido “donde se generaba un clima para la integración que seguramente podría resolver las problemáticas que se presentan en el Faro”.

Consultas
Como otras propuestas organizativas que apuntan al mismo fin de la participación, se sugiere “establecer mecanismos de consulta periódica como una manera de mantenernos informados acera del presupuesto, los horarios o las propuestas de talleres”.

Trabajo comunitario
De esta manera, se sugiere, los usuarios podrían proponer “otras actividades y llevarlas a consulta, o dialogar qué es posible hacer para que, entre otras cosas, las autoridades designen un presupuesto que pueda paliar las deficiencias de materiales e infraestructura. Es destacable también el hecho de que algunos usuarios entrevistados hablaron de mesas de discusión en las que se incluya a los vecinos, “para saber qué opinan del Faro e incluirlos, así crecería más el Faro”.

Comisiones de alumnos
También se menciona la participación por parte “de los alumnos, que se inmiscuyan en lo que sucede”. En este sentido se propuso también que los mismos alumnos creen una comisión de enlace y se forme una comisión integrada por talleristas y alumnos para crear vínculos entre los distintos proyectos de los talleres.
En orden de creciente mediatización de la participación, los usuarios también piden reestablecer el método del buzón, “pero esta vez –se solicita-, dándole importancia y difusión”.

V. 5. Algunas propuestas que surgieron en entrevistas

Enumeramos a continuación algunas propuestas que surgieron en las entrevistas. En ellas se observa recurrentemente la conciencia que existe en el Faro respecto de la interacción con la comunidad, con los vecinos, las relaciones de integración de diversos grupos sociales y en general la expectativa de servir como espacio de formación, difusión y transmisión de cultura. En esa sintonía, se propone:

• Organizar eventos para toda la familia.
• Invitar a los artistas del barrio.
• Organizar exposiciones del folclor de todos los estados de la República.
• También lo que se produce en el Faro puede participar en distintos festivales culturales del Distrito Federal y de los estados.
• Que el Faro vaya a los festivales culturales de los estados.
• Desarrollar un programa de conferencias sobre programas actuales.
• Brindar proyección a colectivos que surgen en el Faro.

V. 6. El impacto social del Faro, según sus miembros

En general, usuarios y talleristas del Faro reconocen que, aunque el Faro es un centro cultural para el desarrollo de las “artes y oficios”, su importancia social es primordial. En primer lugar, esto es así porque brinda un espacio abierto a todos, donde sin limitación alguna –ni exámenes de ingreso, ni trámites, ni requisitos previos ni costo económico-, cada uno puede aprender técnicas con las que enriquecer su experiencia estética e iniciarse en alguna especialidad del área. Los usuarios son conscientes de este efecto social y reconocen por ejemplo que asisten al Faro “muchos chavos que han sido rechazados de otros espacios educativos”.
Una vacuna contra la violencia
También existe la conciencia de que el centro cultural ha construido un ambiente de libertad, donde operan otras lógicas que las que tienen lugar en el exterior y esto se expresa, por ejemplo, cuando se dice que en el Faro: “sólo impera el interés que cada alumno trae o que en el Faro desarrolle”, o que “es un espacio donde la represión no existe”. Esta razón, además del encuentro con el gozo en el hacer compartido es la fuente de afirmaciones como que, por ejemplo: “la construcción en madera (o la capoeira, o el teatro, etcétera) tiene un efecto terapéutico”. Lo cual, más allá de la experiencia social, se constituye como conciencia de que: “actúa como una vacuna contra la violencia”.

La proyección del Faro
Así, hay varios factores a través de los cuales se considera que el Faro tiene influencia benéfica más allá de su comunidad. Por ejemplo, se indica la virtud del arte, o en un sentido más amplio y quizás profundo, de la dimensión estética, para transmitir puntos de vista divergentes, algunas veces subversivos, otras, simplemente alternativos, respecto de los problemas que vive la sociedad.
Se dice, así que “aquí podemos expresar cualquier tema que este pasando en la sociedad o que nosotros vivimos” y desde allí proponer cambios.

La práctica de la igualdad
Transformaciones que, en algunos casos constituyen no sólo una idea, un enunciado artístico o un producto estético, sino una práctica cotidiana: por ejemplo, se indica que “la igualdad de género es algo que el Faro practica en cada taller”.
Lo mismo pasa con otras desigualdades, como la generacional, donde ciertas prácticas actúan como amalgama y antídoto frente a la dispersión y la ignorancia que se vive en otros medios sociales. También entre padres e hijos esto es un hecho pues: “El Faro también ha permitido que los padres conozcan de otra manera a sus hijos, como es el caso de niños de teatro”.
Por todo esto, muchos usuarios del Faro podrían suscribir la frase de que: “en el Faro se ha establecido algo semejante a una sociedad de convivencia, destacando un carácter de solidaridad o colectivismo en cada taller”.

VI. Propuestas de continuidad de este diagnóstico

Como se expresó con anterioridad, este diagnóstico no pretende ser más que un primer paso en la autoconstrucción de un significado que contribuya a que los usuarios y talleristas del Faro se apropien de su espacio y lo desarrollen, en un proceso de crecimiento y maduración de un proyecto que realizan cotidianamente en la práctica.
La propuesta siguiente es resultado del diálogo con varios talleristas y usuarios interesados en este proceso de construcción participativa y se desarrolla en varios momentos:

1. Discusión en talleres de algunas de las temáticas abordadas, o de otras afines, según la idiosincracia y preocupaciones de cada taller.
2. Convocatoria, también a cargo de los talleres donde se desarrollen estas pláticas, de personas –académicos, gestores culturales, artistas, etcétera- que puedan brindar retroalimentación acerca de los mismos.
3. Apertura de estas pláticas en sesiones periódicas donde a la vez, se expongan ciertas problemáticas específicas de estas discusiones y se abra el diálogo, en plenaria, a los miembros del Faro que quieran participar, incluyendo también a los interlocutores externos convocados.
4. Constituir a partir de estos encuentros un cuerpo de reflexiones que sirvan como agenda y temario para la convocatoria de un congreso de ideas, propuestas y reflexiones en torno de la Experiencia de Faro de Oriente, donde participen tanto personalidades externas, como internas, privilegiando el diálogo y la participación.
5. Recoger todo este material en una serie de documentos que, sin excluir ninguna temática, desarrolle líneas de acción destinadas a impulsar el proceso de construcción interna del Faro de Oriente, como comunidad cultural autónoma, con cuerpos colegiados de autorregulación, pautas de trabajo surgidas en el mismo proceso y estatutos semejantes a los de las universidades.

En varios ámbitos, institucionales y académicos, se viene hablando de la necesidad de que proyectos como el del Faro de Oriente, encuentren una vía para profundizar y reaplicar su experiencia. Su especificidad y su proceso interno permiten augurar desarrollos inéditos, donde lo social, lo cultural, lo político, lo estético y lo artístico, generen como ocurrió en otras experiencias históricas, nuevas instancias de expresión y creatividad, abordables como modelo a diferentes escalas sociales. La idea que guía esta propuesta es respetar ese proceso de construcción y, por otro lado no ponerle límites, cauces y acotamientos, fundados en la supuesta guía bienintencionada de funcionarios y académicos. La apuesta está lanzada, y es la comunidad del Faro, la que, por todo lo que se ha dicho anteriormente, merece la oportunidad de ocupar el tablero.

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